domingo, 14 de marzo de 2010

En el Chile sísmico, la energía nuclear es una amenaza

En Chile hay una certeza absoluta: tiembla fuerte y seguirá temblando. El país no solo está en el Cinturón de Fuego del Pacífico con numerosos volcanes que causan temblores y erupciones. Es además sacudido, como ya se sabe, por violentos terremotos y alcanzado por maremotos. Es una realidad ineludible que hay que asumir en todas sus dimensiones.

Ningún país que posee plantas nucleares ha vivido un terremoto de la magnitud experimentada por la zona centro sur, que alcanzó a los 8,8 grados en la escala de Richter. El 16 de julio de 2007 Japón sufrió un terremoto de 6,8 grados. A consecuencia del sismo la planta de Kashiwazaki-Kariwa, la más grande del mundo, con siete reactores que abastecen 12 por ciento del fluido eléctrico de Tokio, sufrió un cierre total. La central dejó en evidencia una cincuentena de fallas. La más grave fue la evacuación de residuos radiactivos al mar: fueron vertidos 1.200 litros de agua contaminada. Hubo emanaciones de gas que contenían cobalto-60 radiactivo. Cientos de barriles con material radiactivo cayeron de sus lugares de almacenamiento, algunos perdieron sus sellos y derramaron parte de su contenido. Además, varias cañerías de evacuación quedaron dislocadas y dejaron escapar elementos tóxicos. Todo esto fue establecido por las propias autoridades niponas.

El presidente de la empresa Tokyo Electric Power Company (Tepco), operadora de la central, dijo: “La magnitud del temblor estaba más allá de nuestras expectativas”. Ello en circunstancias que las centrales deberían estar en condiciones de soportar movimientos telúricos de hasta 8,5 grados. En un comienzo se estimó que la planta nucleoeléctrica estaría cerrada por un año. Fueron cálculos optimistas, el primero de los siete reactores comenzó a operar dos años más tarde, en junio del año pasado. Los seis restantes acaban de entrar en servicio recién en enero de este año. En Japón, hay quienes han exigido una revisión completa de sus 55 reactores. Ello porque la mayoría está construida con las mismas especificaciones de la planta siniestrada. Además, se estima que un tercio de los reactores están situados en lugares que los geólogos consideran vulnerables.

El profesor Kiyoo Mogi, de la Universidad de Tokio y ex presidente del Comité de Predicción Sísmica de Japón, advirtió: “A estas alturas es difícil decir cuántas centrales nucleares deben ser cerradas, pero puedo afirmar que la planta de Hamaoka en Shizuoka debe cerrarse de inmediato”.

Chile, en casi la totalidad de su territorio, es altamente sísmico. Hoy fue el turno de la región centro sur. Los partidarios de una central atómica proponen situarla en el norte para abastecer la gran minería. Señalan que además ella serviría para desalinizar agua de mar. El 14 de noviembre de 2007 Tocopilla y la región aledaña fueron sacudidas por un terremoto grado 7,7. Se supone además que la planta atómica será enfriada por agua de mar y, por lo tanto, estará en un borde costero que ha conocido maremotos que han borrado localidades completas. Si en Japón, con su vasta experiencia nuclear, con decenas de reactores, se registró la experiencia señalada, quien puede, con la mano sobre el corazón, proclamar que en Chile no hay problemas mayores, que la tecnología nuclear es segura.

Nadie puede afirmar que la tecnología nuclear japonesa o cualquier otra están en condiciones de resistir los embates sísmicos y los maremotos criollos. Lo mejor a que pueden aspirar es a que no causarán un desastre, pero no pueden garantizar que no resultarán seriamente dañadas. Pero la incógnita sobre qué riesgos acechan nunca se sabrá hasta que la naturaleza descargue sus fuerzas. Una cosa son los experimentos y las proyecciones en laboratorios y otra es la realidad. Por lo que cabe aplicar el principio precautorio, que significa que el peso de la prueba sobre la seguridad de un producto o proceso recae sobre quien lo emplea. Lo ocurrido en Japón demuestra que nadie puede garantizar la seguridad de una planta sometida a exigencias extremas. La sismicidad chilena ha mostrado ser superior a la nipona.

El uranio enriquecido es una de las materias más tóxica sobre el planeta y tarda milenios en perder su letalidad. En un país que cuenta con uno de los mayores potenciales de energías renovables, que no representan peligro alguno, resulta incomprensible la propuesta de construir una planta nuclear. El terremoto abre la posibilidad de reconstruir el país con nuevos criterios de sustentabilidad. Cuanto mayor sea la descentralización del sistema energético, cuanto más dependa de las fuentes renovables de cada región, mayor será la seguridad para el país y los chilenos.


Tomado del diario La Nación de Chile y escrito por Raúl Sohr

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