Las fisuras se produjeron hace 18 años, en el momento del llenado del embalse, como consecuencia del contraste de temperatura y demás condiciones externas entre el calor del hormigón, la temperatura del agua y la de la intemperie.
El manual indica que había que esperar 20 años para que el hormigón fraguara y se disipara el calor de la energía que libera el núcleo de cada bloque.
Piedra del Águila es la única de las presas del norte de la Patagonia que no es de tierra, sino de hormigón. Está conformada por bloques de formas casi de triángulo rectángulo.
Esos bloques tienen volúmenes enormes: de lado a lado puede llegar a haber un espesor de hasta 50 o 60 metros. Para fraguar semejante masa, es preciso esperar un tiempo también extenso. Los termómetros que se instalaron dentro de la presa permiten ahora tener la certeza de que la temperatura en el corazón de la obra llegó a un nivel que permite ir programando las tareas de reparación.
La seguridad de las presas está garantizada en la región por la acción de los ingenieros de las empresas privadas que tienen sus concesiones, pero sobre todo por la fiscalización de la regional Comahue del Organismo Regulador de Seguridad de Presas (Orsep). No lo dicen sus funcionarios, sino lo más reconocidos especialistas de todo el mundo que suelen ser consultores independientes de las compañías.
Fuentes técnicas del Orsep explicaron que la concesionaria de la presa, en manos de una sociedad controlada por la familia Miguen-Bemberg, está estudiando el marco técnico del llamado a concurso a empresas nacionales e internacionales que están en condiciones de llevar adelante la reparación.
Dijeron que será una tarea de prueba y error porque, como ocurre muchas veces con la ingeniería, se buscará en cada momento la mejor solución a cada problema.
Lo que sí se estima es que se inyecten resinas epoxis, que tienen costos muy altos en nuestro país. Las tareas se realizarán desde las galerías que tiene el interior de la obra y no serán sencillas porque es probable que primero sea necesario purgar el aire que hay dentro de cada fisura y, luego, realizar perforaciones para tomar testigos.
Además las fisuras (que son tres, descubiertas en 1992 y 1993) presentan tamaños diferentes aunque son todas verticales; la mayor tiene una altura de 30 metros, equivalente a un edificio de 10 pisos. Puede parecer un tamaño demasiado grande, pero Piedra del Aguila se levanta desde la altura original del río más de 170 metros.
La inversión, como quedó establecido en los contratos de concesión, correrá por cuenta del privado, que tiene en sus manos la operación y el mantenimiento de la obra hasta 2023.
Cada acción de reparación tendrá que contar, además, con la aprobación de los ingenieros del Orsep y, seguramente, luego de terminadas las labores un panel con participación de consultores independientes dictaminará sobre el resultado de las acciones.
Sensores por todos lados
Las presas pueden ser de varios tipos (materiales sueltos, gravedad, escollera, arco, contrafuertes). Sobre los ríos Neuquén y Limay todas son de tierra, pero Piedra del Águila fue construida con hormigón y tiene una altura de 170 metros.
Los peligros son diferentes, según el tipo de construcción, pero todas tienen, más o menos, el mismo tipo de sensores:
Piezómetro: mide la presión y está colocado dentro de la presa y en su fundación.
Asentímetro: mide unidades de longitud.
Inclinómetro: mide los movimientos de la presa de acuerdo a la presión del agua.
Péndulo: mide la inclinación de la presa.
Extensiómetro: mide la característica de "defomabilidad" de la presa.
Termómetro: mide la temperatura.
Independientemente de los gastos en matenimiento, las compañías están obligadas a destinar el 1,5% de la facturación (2,5% en el caso de Piedra del Águila) a organismos de regulación: una séptima parte conforma el presupuesto de la regional Comahue del Orsep; y el resto financia el funcionamiento de la AIC.
Las presas gozan de buena salud
Con la seguridad de las presas no hay vueltas: cuando un instrumento indica una falla y otro aparato lo corrobora, deben tomarse medidas.
El colapso de una presa no es una fantasía porque ha ocurrido y hasta en países muy desarrollados. De todos modos, las nuevas tecnologías y el desarrollo del conocimiento permitieron reducir la estadística notablemente.
Los cientos de miles de personas que residen aguas abajo de las presas de la región deberían vivir con la certeza de que una catástrofe de este tipo es posible y prepararse para ello, pero en general casi no se repara en esta circunstancia.
El poder de embalse de estas obras es enorme. Pueden frenar una cantidad de agua difícil de escribir: 80 billones de litros (una cifra que tiene trece ceros).
Casi 20.000 personas murieron en todo el mundo como consecuencia de la rotura de presas en los últimos dos siglos, según la estadística que se toma a nivel internacional.
No siempre la antigüedad de una presa tiene relación directa con la posibilidad de colapso. De hecho, en Tailandia hay una obra que data de 543 antes de Cristo y que sigue en funcionamiento.
En España, las presas Cornalbo (que tiene una altura de 19 metros) y Prosperina (24 metros), están en operación, 2.100 años después de su construcción.
El Chocón
El Chocón, por caso, debió ser reparado porque la fundación (porción del terreno donde se asienta la presa) tenía fallas y fue necesario reparar lo que se denomina "cortina de inyección".
La obra de refacción de El Chocón finalizó hace apenas siete años, ya cuando la central estaba en manos de una empresa privada, que invirtió unos 15.000.000 de dólares en esa tarea.
El Chocón es ahora una de las presas más seguras del mundo porque por debajo de la obra se construyó un túnel que corre de un estribo a otro por debajo de la fundación, que sirvió para la reparación y ahora para su auscultación.
Tomado del diario Rio Negro de Argentina y escrito por Martín Belvis.
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