jueves, 15 de abril de 2010

El futuro de las centrales hidroeléctricas de pasada en Chile

Este artículo, publicado hace varios años en el diario La Nación de Chile , hace un análisis de este tipo de centrales hidroeléctricas .

“Se trata de soluciones mucho más amigables con el medio ambiente que cualquier otra opción energética”, elige Rodrigo Pizarro, director ejecutivo de la Fundación Terram, para definir las generadoras eléctricas que no requieren de una represa y que intervienen de manera mínima los causes naturales de los ríos.

Es precisamente ese tipo de centrales la que SN Power, empresa noruega, quiere llevar a cabo en el lago Maihue y que cuenta con la venia de la autoridad de la comuna de Futrono. “Las represas tienen que inundar importantes áreas de terreno para poder generar la caída del agua. Por eso el impacto ambiental es tan considerable, explica Pizarro.

La central de Maihue engrosaría una pequeña lista de centrales de pasada. Entre ellas se cuentan, por ejemplo, Coya-Pangal, Hornitos, La Higuera y Neltume, que está en Plan de Obras 2006-2014. Juntas generan 630 megawatts (MW). Un número insignificante comparado con los 2.400 MW que pretende generar Endesa con su megaproyecto en Aysén. “Como criterio general para la situación energética que tiene Chile, pensamos que las soluciones tienen que ser locales, de poca intervención. Los grandes proyectos, la gran hidroeléctrica, la gran planta nuclear, son opciones energéticas que generan mucho impacto ambiental”, insiste el economista. Sin embargo, son las que predominan.

“Esto se debe a que “el país requiere una gran generación de energía. Si se construyen varias centrales de pasada en muchos ríos, habría un problema territorial porque se requieren dos o tres centrales de pasada para hacer el trabajo de una buena central con embalse”, dice José Miguel Serrano, consultor en infraestructura energética,

Las centrales de pasada son en su mayoría fuentes de menor generación eléctrica. Las pequeñas centrales se vieron favorecidas con la Ley Corta I, con el no pago de los peajes de transmisión, pero aún falta para facilitar su implementación. “El proceso que antes duraba dos años, ahora va a durar tres. Eso es totalmente incongruente e ilógico porque teniendo los derechos uno tiene una planta funcionando en un año y medio”, explica Rolf Fiebig Zarges, presidente de la Asociación Chilena de Energías Renovables Alternativas (Acera). No es todo. Cuando se cambia el punto de captación del derecho de agua, “otra vez se demoran un año en un proceso que no debiera durar más de dos meses. La gran traba de las centrales de pasada está en la burocracia”, insiste.

En 2005, Corfo y la CNE realizaron el primer concurso de proyectos para fomentar la innovación y la diversificación energética. En esa ocasión, se aprobaron 46 proyectos para generación de energía renovable a partir de fuentes eólicas, hidráulicas, geotérmicas y biomasa, de los cuales 22 eran de energía hidráulica.

¿ES NEGOCIO?

Al poner en la mesa los pro y los contra, Serrano expone que en una central de pasada la inversión es menor. “Cuando se habla de 150 ó 200 MW, se habla de unos 200 ó 300 millones de dólares. Para una central con embalse, se puede hablar del doble de inversión pero generas más energía”, explica. Además, alude al tema de Aysén para agregar que “en una central con embalse vas a perder por lo menos un año o más con los grupos ambientalistas que están en contra de inundar grandes territorios. Y eso va a suceder en el caso de los ríos Baker y Pascua en Aysén”, dice.

Luis Vargas, magíster en Ciencias de la Ingeniería de la Universidad de Chile, reconoce que económicamente es mucho hacer atractivo hacer una gran central que una pequeña, aunque eso significa que la más chica no gane plata... gana igual, pero no gana tanto”. Sin embargo, decir que las centrales de pasada sean un mal negocio, es un debate falso a juicio de Rodrigo Pizarro. “Si tú generas enormes externalidades ambientales y no pagas por eso, naturalmente que tienes buenos negocios. Pero si pagaras las consecuencias que generas, las grandes obras nos serían tan buenos” dice el economista. “Mientras no tengamos políticas públicas y un sistema regulatorio que no reconozca adecuadamente las enormes externalidades que generan estos proyectos de inversión, difícilmente podemos hablar de buenos y malos negocios”.

Según Pizarro, con los incentivos que existen en nuestros país, el sistema regulatorio, las externalidades ambientales y un sistema de democracia que no evalúa los proyectos a nivel local, “naturalmente los proyectos de grandes energías son más rentables desde el punto de vista privado, pero no lo son desde el punto de vista social”.

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