Los gobiernos asiáticos están impulsando la energía nuclear como parte de su respuesta al calentamiento global. Este posicionamiento está causando no poca consternación entre algunos ecologistas.
Algunos gobiernos de Asia oriental aseguran que la energía nuclear debe de formar parte de cualquier plan realista que quiera alcanzar los objetivos de reducción agresiva en las emisiones de carbono y al mismo tiempo satisfacer la demanda energética. Los activistas responden a este planteamiento diciendo que los gobiernos deberían centrarse más en las energías renovables y en la conservación.
Los escépticos, por su parte, dicen que la energía nuclear es un negocio incierto que podría acabar pasando factura a los contribuyentes. Pero de momento, ninguna de esas dudas parece estar frenando lo que algunos denominan un “resurgimiento nuclear” global.
En Estados Unidos se está planeando construir las primeras plantas nucleares nuevas en 30 años, favorecidas por unas generosas garantías crediticias de la administración Obama. En Asia oriental, el calentamiento global ha dado un empujón extra a los planes de expansión nuclear que ya estaban en marcha.
Japón, la potencia nuclear líder de la región, planea construir ocho o nueve reactores antes de 2020, que se sumarían a los 54 que ya hay ahora. Además, a finales de año pretende estar preparado para reprocesar su combustible usado sin salir del país.
Corea del Sur planea construir entre seis y ocho nuevos reactores hacia 2016. Ahora tiene 20 en funcionamiento.
China es el país que tiene el plan de expansión más agresivo, con 21 reactores ya en construcción, con lo que se triplicaría su actual red de 11 plantas. Pekín quiere que en 2020 el 9,7 por ciento de la necesidad eléctrica del país, proceda de la energía nuclear; un enorme salto respecto al 2,7 por ciento que genera ahora. Estos planes ya han generado preocupación en torno a cuestiones de seguridad.
Taiwán es el país menos ambicioso en este aspecto de la región, debido a un fuerte movimiento ciudadano que logró frenar el aumento de los programas nucleares en el año 2000. Pero su actual administración, más pro nuclear, espera poder renovar las licencias de su pequeña red (seis reactores y tres plantas) durante otros 20 años, además de abrir una cuarta planta nuclear en 2011.
Asimismo, Taiwán quiere instalar tres reactores nuevos a sus plantas ya existentes antes de 2025. Tanto Japón como Taiwán están impulsando energías renovables como la solar y la eólica. Pero las dos administraciones dicen que en el futuro inmediato tales fuentes resultan demasiado caras y no han demostrado poder aportar más de una fracción de la demanda energética. Mientras tanto, dicen, hay que usar la energía nuclear.
El nuevo Gobierno de Japón ha suscrito uno de los planes más ambiciosos de recorte de emisiones de carbono. Su primer ministro de centro izquierda, Yukio Hatoyama, espera recortar las emisiones a un 75 por ciento de los niveles de 1990 en 2025, siempre que el resto de grandes potencias haga lo mismo. Cómo lo va a lograr es otra historia.
En una entrevista realizada en Kasumigaseki, el corazón de la burocracia de Tokio, un alto cargo de la administración, Katsuyuki Tada, muestra gráficos y números para indicar dónde se producirán los recortes. De los 329 millones de toneladas de CO2 que se reducirían en 2020 -“la mejora máxima” según las proyecciones del Gobierno el pasado agosto-, el 61 por ciento procedería de medidas de ahorro energético; el 4,5 por ciento sería por el control de los clorofluocarbonos, y sólo el 5,4 por ciento de la reducción llegaría por la adopción de “energías nuevas” como la solar y la eólica.
¿Y el resto de los recortes, casi el 30 por ciento?
Procederán de la energía nuclear, basándose en que en 2020 habrá nueve reactores nuevos en funcionamiento.
Philip White, un activista del Citizens' Nuclear Information Center de Tokio, asegura que “las energías renovables como la eólica y la solar no son tan caras. La eólica es ya más barata que la nuclear. La solar será pronto más barata”.
Según él, las fuentes de energía se deberían de comparar en base al precio que paga el consumidor, ya que algunas energías renovables se pueden producir in situ, como por ejemplo con paneles solares en los tejados de las casas. Si se usan esos cálculos, las renovables son más competitivas.
Activistas como White citan estudios sobre el modelo de negocios endeble de la energía nuclear -como éste de la energía nuclear en el Reino Unido y éste otro del MIT- que concluyen que los inconvenientes de reciclar el combustible usado son mayores que los beneficios.
El veterano activista antinuclear Makoto Kondo rechaza el concepto de que la energía nuclear es una fuente “limpia” y destaca que hay partes del proceso de generación nuclear, como la extracción de uranio, que producen CO2. Insiste además en que este tipo de energía es una apuesta arriesgada, especialmente en un país como Japón, propenso a sufrir terremotos.
Al contrario que en Japón, los activistas de Taiwán han logrado ralentizar, aunque no paralizar, la expansión de la energía nuclear en la isla. Sin embargo, el Gobierno parece estar volviendo lentamente hacia la energía nuclear, afirmando que es parte fundamental de cualquier plan de recorte de emisiones.
El Ejecutivo de Taiwán tiene el modesto objetivo de reducir las emisiones de carbono a los niveles del año 2000 en 2025. Respalda la eficiencia energética y las fuentes renovables, y espera que el 55 por ciento de su electricidad proceda de fuentes de “bajas emisiones de carbono” en 2025, según su departamento de Energía.
“La energía nuclear es una fuente que no genera carbono”, afirma Tu Yueh-yuan, portavoz de Taipower, la empresa estatal energética del país y su único proveedor de electricidad. “Si no usamos la energía nuclear, tendremos que aumentar la energía que procede de combustibles fósiles”, asegura.
Tomado del diario La Información de España.
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