Antes de jubilarme como Jefe del Laboratorio de Ensayos de la empresa de energía de mi provincia, tuve en mi laboratorio un equipo de termografía, que lo empleábamos para detectar puntos calientes en estaciones de transformación, transformadores MT/BT de distribución y muy especialmente en Laboratorio para análisis comparativos de morsetería de todo tipo, incluyendo sistemas preensamblados. Es una herramienta poderosísima, que se la valora a los diez minutos de haberla usado. Sus usos son casi ilimitados.
Pero yendo a las líneas de AT, ese termógrafo, en realidad vino montado en un helicóptero que se empleaba para rastrear problemas en líneas, especialmente en una zona montañosa de muy difícil acceso. Era un equipo muy sensible (resolución dentro de 0,1 ºC). Por falta de experiencia, compramos el equipo completo, pero dejamos de lado un accesorio fundamental, que más abajo explico cuál era. Al principio recorríamos la línea con el termógrafo enfocado a lo largo de los conductores, en busca de eventuales manguitos de empalmes flojos, por consiguiente, con temperatura superior al resto del cable. (Naturalmente que la línea debe estar no sólo energizada, sino también transmitiendo energía, por ese asunto de Mr. James Joule) Ajustando el nivel de sensibilidad a la temperatura de operación del conductor, se lo veía como un trazo blanco en la pantalla del termógrafo.
Cualquier sobretemperatura por chica que sea aparecía más luminoso, indicando algún percance en el cable. Desde el aire se tomaba nota de la numeración de los apoyos adyacentes para su futura identificación y reparación. (No se hacía mantenimiento bajo tensión).
El inconveniente principal era que el helicóptero no es tan estable y suave como aparece en el cine. Aún en días calmos algo se movía y dificultaba el enfoque, porque en la pantalla no había referencia del suelo. Y aquí viene le accesorio que compramos después: un sistema óptico que permitía ver la pantalla con la termografía y, superpuesta, una imagen virtual de la línea, su entorno y el suelo. Entonces, era como si a ojo desnudo se vieran los puntos calientes del cable. Ahora no importaba tanto el bamboleo del helicóptero.
Pero en la práctica, el helicóptero resultó mucho más útil para detectar problemas mecánicos en la línea, y muy especialmente, nidos de cotorras en las crucetas de los apoyos. Estos nidos, al aumentar de tamaño y en días de mucha humedad o lluvia generaban sus lindos cortocircuitos. Cualquiera sabe que es muy difícil evitar que las cotorras hagan sus nidos en los apoyos. También es bastante trabajosos sacarlos, ya que hay que desernegizar la línea e ir con hidroelevadores, cosa que no siempre se puede por la topografía del terreno. Un buen día apareció un señor con la "solución": una especie de gel o grasa de su invención con la cual había que untar la parte superior de las crucetas. Esa grasa, según él, les provocaba escozor en las patas a las cotorras y se iban con la música a otra parte.
En algo más de un año, prácticamente se dejó de usar el termógrafo a bordo del helicóptero, porque la cantidad de problemas de sobretemperatura era realmente mínimo. Y lo que realmente significaba problema para la operación del sistema era fácilmente visible a simple vista. Esta decisión me vino de perillas, ya que heredé el termógrafo para mi laboratorio, en donde fue mucho más útil para la Empresa. La lista de aplicaciones de estos equipos es impresionante.
Este interesante artículo cuyo autor es el Ing Enrique Jaureguialzo (Córdoba, Argentina) fue tomado del libro Preguntas y Respuestas de Ingeniería Eléctrica perteneciente a la Lista Eléctrica Salvador Martínez. El creador de este Blog recomienda la suscripción a dicha lista.
Cualquier sobretemperatura por chica que sea aparecía más luminoso, indicando algún percance en el cable. Desde el aire se tomaba nota de la numeración de los apoyos adyacentes para su futura identificación y reparación. (No se hacía mantenimiento bajo tensión).
El inconveniente principal era que el helicóptero no es tan estable y suave como aparece en el cine. Aún en días calmos algo se movía y dificultaba el enfoque, porque en la pantalla no había referencia del suelo. Y aquí viene le accesorio que compramos después: un sistema óptico que permitía ver la pantalla con la termografía y, superpuesta, una imagen virtual de la línea, su entorno y el suelo. Entonces, era como si a ojo desnudo se vieran los puntos calientes del cable. Ahora no importaba tanto el bamboleo del helicóptero.
Pero en la práctica, el helicóptero resultó mucho más útil para detectar problemas mecánicos en la línea, y muy especialmente, nidos de cotorras en las crucetas de los apoyos. Estos nidos, al aumentar de tamaño y en días de mucha humedad o lluvia generaban sus lindos cortocircuitos. Cualquiera sabe que es muy difícil evitar que las cotorras hagan sus nidos en los apoyos. También es bastante trabajosos sacarlos, ya que hay que desernegizar la línea e ir con hidroelevadores, cosa que no siempre se puede por la topografía del terreno. Un buen día apareció un señor con la "solución": una especie de gel o grasa de su invención con la cual había que untar la parte superior de las crucetas. Esa grasa, según él, les provocaba escozor en las patas a las cotorras y se iban con la música a otra parte.
En algo más de un año, prácticamente se dejó de usar el termógrafo a bordo del helicóptero, porque la cantidad de problemas de sobretemperatura era realmente mínimo. Y lo que realmente significaba problema para la operación del sistema era fácilmente visible a simple vista. Esta decisión me vino de perillas, ya que heredé el termógrafo para mi laboratorio, en donde fue mucho más útil para la Empresa. La lista de aplicaciones de estos equipos es impresionante.
Este interesante artículo cuyo autor es el Ing Enrique Jaureguialzo (Córdoba, Argentina) fue tomado del libro Preguntas y Respuestas de Ingeniería Eléctrica perteneciente a la Lista Eléctrica Salvador Martínez. El creador de este Blog recomienda la suscripción a dicha lista.
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