sábado, 11 de septiembre de 2010

Las heladeras que enfrían con imanes

Las cuentas para pagar, los deliveries del barrio, la última dieta y un sinnúmero de mensajes. La puerta de la heladera hoy parece una auténtica pizarra familiar. Capaces de sostener cualquier hoja, los imanes son los reyes de la cocina. Pero aún tienen mucho para ofrecer. Científicos estadounidenses acaban de desarrollar la primera "heladera magnética": como en un verdadero viaje al interior del refrigerador, los imanes se convirtieron en los encargados de que la heladera funcione, y enfríe.

La heladera en cuestión no hace ruido ni genera vibraciones, consume muy poca energía eléctrica y, además, cuida el medio ambiente: a diferencia de las actuales, no emite gases de invernadero ni clorofluorocarbonos (responsables del adelgazamiento de la capa de ozono).

Esta revolucionaria tecnología, que aprovecha los campos magnéticos de los imanes, va mucho más allá de la heladera de casa. En el futuro se la usará para acondicionadores de aire, inclusive en autos. También para la preservación de alimentos, dispensadoras de bebidas y de hielo, y muchas otras aplicaciones específicas.

Si bien por ahora sólo existe un prototipo funcionando en los Estados Unidos, los autores del proyecto aseguran que en dos años más la heladera a imanes llegará al mercado masivo. En este desarrollo se anotan tanto científicos del Departamento de Energía de los Estados Unidos como otros del laboratorio Ames, de Iowa, y de la empresa Astronautics Corporation.

¿Cómo funciona la heladera magnética? Para entenderlo, primero hay que saber cómo funcionan las actuales heladeras. Dentro de ellas hay un gas que se comprime y expande sucesivamente. Cuando el gas se expande, se enfría. Y entonces circula por un conducto interior enfriando el contenido del refrigerador.

Las heladeras magnéticas, en cambio, producen frío conectando y desconectado un campo magnético, que se aplica sobre un sistema de imanes permanentes. Ciertos imanes tienen la capacidad de enfriarse a muy bajas temperaturas, una vez que se le quita abruptamente un campo magnético (que previamente se le había aplicado). Sobre ese metal muy frío pasa una corriente de agua que después lleva el frío a toda el refrigerador, a través de un conducto similar al que lleva el gas frío en las heladeras tradicionales.

El principio por el cual los imanes se enfrían se lo conoce como efecto magnetocalórico. Lo descubrió en el año 1881 el físico alemán Emil Warburg. Y ya había sido aplicado para heladeras magnéticas, pero de laboratorio. Hasta ahora, los científicos sólo habían podido enfriar imanes hechos de metales superconductores, que necesitan de un ambiente muy frío para funcionar, un verdadero contrasentido si se lo quisiera aplicar a la vida cotidiana.

Por eso el gran desafío de los científicos liderados por Karl Gschneidner, del laboratorio Ames, fue encontrar un metal que lograra el efecto magnetocalórico y que, al mismo tiempo, funcionara a temperatura ambiente. Tras años de investigación dieron con el gadolinio, un material que se utiliza mucho en los cabezales de las videograbadoras. Y entonces se lanzaron a diseñar el corazón de la primera heladera magnética. El prototipo que ya está en funcionamiento utiliza un disco de gadolinio, más o menos del tamaño de un CD.

Los científicos aseguran que las actuales heladeras consumen más del 25 por ciento de la electricidad de los Estados Unidos. Y que cuando el desarrollo de la refrigeración magnética esté finalizado y comercializado a full, se reducirá la demanda de energía en más del 5 por ciento. Esto significará una reducción de la emisión de dióxido de carbono, clorofluorocarbonos y otros gases tóxicos.

Esta noticia no es nueva, sin embargo es interesante para compartir. Fue tomada de diario Clarin de Argentina.

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