domingo, 27 de marzo de 2011

El escape radiactivo en Japón reaviva el debate sobre la energía nuclear

Las banderas amarillas con el sol rojo y el lema “Atomkraft-Nein Danke” –“Energía nuclear-No gracias”– volvieron a venderse en estos días en Alemania como en la década del setenta. El gobierno de Angela Merkel, como también el de Francia y España, revisarán sus centrales atómicas y cerrarán las que no pasen la prueba. Algunas televisoras europeas ya anunciaron que censurarán los capítulos de los Simpson en los que Homero –finalmente un poco preparado empleado de seguridad de una planta atómica– protagonice un accidente laboral. Ya no habrá peces de tres ojos ni ratas radiactivas en algunas versiones de la serie. Fukushima despertó hasta ese extremo el temor al desastre nuclear y reavivó el debate sobre el uso de esta tecnología.

El mundo se mueve y el 13,5% de la energía que usa para hacerlo es de origen nuclear , aunque hay países en que esa proporción se eleva hasta el 40%. Lo cierto es que sobre el planeta hay instalados 442 reactores nucleares repartidos en 29 países y hay otros 65 en construcción. EE.UU. es el que más tiene (104), pero no es el país que más depende de ella. El puesto en el ránking de la “nucleardependencia” lo encabeza Francia. Sus 58 reactores generaron el 76,2% de la energía que consumió en 2008.

Hasta la ola de diez metros que arrasó el noroeste de Japón el 11 de marzo, la energía atómica con fines pacíficos vivía días de pocas críticas masivas. En el debate que cuestionaba –por contaminar y provocar el calentamiento global– a la energía proveniente de fuentes no renovables como el petróleo, el gas y el carbón, lo atómico había logrado posicionarse como una alternativa limpia, explicó a Clarín Gustavo Lahoud, especialista en temas energéticos del grupo de investigación CLICET. Atrás habían quedado los dos incidentes que provocaron el terror de un escape radiactivo que afectara a la población de las zonas vecinas a las plantas nucleares (Ver Antecedentes...).

Pero Fukushima mostró que lo seguro no lo era tanto. Tras la ola sobre la central japonesa, la dependencia actual de la energía nuclear quedó cuestionada. El director del Centro de Estudios Estratégicos de Washington, Walter Laqueur, advirtió esta semana: “La energía nuclear se lleva un porcentaje que no puede ser sustituido rápidamente. La humanidad habrá de acostumbrarse a vivir con menos energía más eficiente aunque ello comporte costos más elevados y quizás un descenso del nivel de vida”.

En el fondo del debate sobre el uso nuclear con fines pacíficos está la discusión sobre la forma de crecimiento. “Lo económico y lo ambiental no se pueden separar. Porque si se lo hace se entra en una discusión sin salida. Es erróneo plantear que, para que un país sea competitivo, se necesita energía a cualquier costo –incluso con determinado riesgo ambiental y a la seguridad de la población– porque si no se debe dejar de crecer o se generará pobreza,” advirtió a Clarín Diego Hurtado, especialista de la Universidad Nacional de San Martín e investigador del CONICET. Para el científico pensar en el debate sobre lo nuclear también será pensar cómo crecer, para qué y a qué precio.

Ante este panorama, la pregunta es si se puede reemplazar la energía nuclear. En el “sí” rotundo están los ambientalistas. “Mantenemos una posición muy crítica”, sostuvo ante Clarín Juan Carlos Villalonga de Greenpeace. “Por sus altísimos costos y por ser muy riesgosa. Para mitigar su peligro hay que gastar más”.

Desde el punto de vista estratégico, Lahoud sostiene que una matriz equilibrada debería tener lugar para las centrales hidroeléctricas, eólicas y solares y los biocombustibles –que implican el desarrollo de combustible a partir de los granos y hasta incluso de las algas–. En ese esquema lo nuclear podría tener una proporción del 15 %. Pero nunca crear una dependencia de esta fuente como lo hizo Japón y Francia, advirtió. Porque tras el colapso “indominable” de Fukushima, los países que ataban su crecimiento a la energía nuclear quedaron cuestionados. Si el crecimiento tiene riesgo radiactivo, valdría la pena debatirlo.

Antecedentes peligrosos

Chernobyl. Hasta ahora, el único accidente de “máximo nivel” de una central atómica ocurrió el 26 de abril de 1996 en la planta de Chernobyl, en Ucrania, todavía en tiempos soviéticos. Por un error humano, hubo una explosión del hidrógeno acumulado en su interior y saltaron al aire una cantidad inédita de elementos radioactivos. En forma directa, murieron algunas decenas de personas. Pero las cifras de víctimas fatales fueron miles luego debido al consumo de leche contaminada, por la falta de atención y precaución de las autoridades y de información de los lugares afectados alrededor.

Three Mile. En su momento, el mayor accidente –en un nivel 5– había sucedido el 28 de marzo de 1979 en Three Mile Island, EE.UU. En la foto, tomada antes de ese hecho, un vecino corta el césped en el jardín de su casa. Tras el incidente, aunque no hubo víctimas fatales, la población circundante debió ser trasladada.

Cuál es la situación en la Argentina

El mapa energético argentino, según explican los especialistas, se ubica entre los menos diversos del continente, junto al mexicano y por debajo de países como Uruguay o Chile, sólo por hacer el ejercicio de mirar hacia el este y al oeste. Cerca del 90% de la energía bruta se produce a base de hidrocarburos, básicamente gas y petróleo. Esta dependencia tan alta a las dos principales fuentes no renovables plantea un problema. En la foto actual instalada en ese arraigo a energías fósiles, con un desarrollo de la energía nuclear que abastece al 3% de la producción nacional -el 7% en el consumo eléctrico- y con desarrollo casi testimonial de las eólicas y solares, se impone un debate sobre el tipo de energía que se va a usar en el país en los próximos años, atendiendo los costos, las inversiones de proyectos y la contaminación ambiental. En esa discusión también es preciso pensar el rol de la energía nuclear. El programa atómico nacional no se circunscribe a las dos centrales en marcha (Atucha I y Embalse). En poco tiempo se inaugurará Atucha II y en un par de años Carem, un reactor de baja potencia, proyectado para 2014, construido al lado de Atucha I y II, a 100 kilómetros de la Capital Federal. La polémica sobre este tipo de tecnología no sólo gira en torno a cuestiones ambientalistas referidas a los residuos que generan y a la seguridad de las plantas sino también a una cuestión económica.

“Coincido con que la opción nuclear tiene costos altos y plazos largos”, dijo a Clarín el ex secretario de Energía, Jorge Lapeña “Argentina tiene que ver cómo amplia el modo de su oferta y cómo se financia”.


Tomado del diario Clarín de Argentina y escrito por Alejandro Marinelli


1 comentario:

Martin dijo...

Muy interesante el blog, comenzé a estudiar Ing. Electricista y lo leo seguido.

En el apartado "Antecedentes peligrosos" hay un error de 10 años en la fecha del accidente en Chernobyl.

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