jueves, 14 de abril de 2011

Centroamérica enfrenta resistencias en su búsqueda de alternativas de energía

La búsqueda de alternativas energéticas en Centroamérica con la construcción de hidroeléctricas y la exploración de otras fuentes como la eólica, avanza aunque con la resistencia de grupos indígenas que denuncian desplazamientos forzados de sus tierras y daños ecológicos.

Centroamérica sufre los embates de los altos precios del crudo, con cuyos derivados se genera buena parte de la electricidad que consumen los casi 46 millones de habitantes de la región.

Esa situación repercute en incesantes aumentos de las tarifas de la electricidad y, consecuentemente, en el costo de la vida.

Países como Costa Rica, Panamá y Guatemala llevan adelante importantes proyectos hidroeléctricos, que implican inversiones millonarias y buscan incrementar la generación de esa energía, pero enfrentan la oposición de grupos indígenas que reclaman desde daños ambientales hasta que serán desplazados de sus tierras por los nuevos embalses.

Tal es el caso de Costa Rica, donde comunidades autóctonas han acudido ante la justicia para frenar la construcción de la hidroeléctrica Diquís, a cargo del estatal Instituto Costarricense de Energía (ICE), que se proyecta con una capacidad de generación de 650 megavatios y deberá entrar en funcionamiento en 2016.

La obra, que se levanta en el sur del país a un costo de 2.072 millones de dólares, es rechazada por los indígenas de la zona, que reclaman que deberán salir de sus tierras ancestrales porque quedarán bajo las aguas del embalse.

El ICE ha invitado al relator especial de la ONU sobre derechos indígenas, Jame Anaya, para que visite Costa Rica a finales de este mes de abril, recorra la zona y se reúna con las partes a fin de hallar una salida al conflicto, que se presenta en un país que es la excepción en la región, pues el 85 por ciento de la electricidad que consume proviene de fuentes hídricas.

Un situación similar se registra en Panamá, donde hay una veintena de nuevos proyectos hidroeléctricos que pretenden elevar la actual capacidad instalada, de cerca de 1.426 megavatios, de los cuales más de la mitad proviene de hidroeléctricas y el resto de plantas térmicas.

El conflicto más emblemático es el proyecto Chan 75, iniciado en 2007 por la empresa AES Changuinola, subsidiaria de la estadounidense AES Corporation, con una inversión estimada de 600 millones de dólares y una generación proyectada de 223 megavatios.

El proyecto, que tiene previsto iniciar operaciones este mismo año, fue impugnado ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) por indígenas de la Comarca Ngabe Buglé, que denunciaron que sus derechos humanos fueron violados porque las obras ponen en peligro sus propiedades y recursos naturales.

En junio de 2009, la CIDH pidió al Gobierno panameño que suspendiera el proyecto para evitar "daños irreparables" a la propiedad y seguridad de los nativos del lugar, más de 5.000, a lo que se negó el entonces mandatario, Martín Torrijos (2004-2009), alegando que la Comisión no se informó objetivamente del tema.

En Guatemala se prevén inversiones de unos 1.835 millones de dólares para generar más de 920 megavatios, pero el "retraso" en esos proyectos, ha dicho el Ministerio de Energía y Minas, deviene de la fuerte oposición de las comunidades indígenas, que exigen al Estado que se tomen en cuenta sus opiniones sobre el tema.

Para superar ese obstáculo, el Gobierno del presidente guatemalteco, Álvaro Colom, trabaja en un reglamento que defina los mecanismos de participación de las comunidades indígenas en la aprobación de los proyectos hidroeléctricos y de explotación de recursos naturales.

Por su parte, Honduras, Nicaragua y El Salvador adelantan grandes proyectos hidroeléctricos y de otras fuentes alternativas, como la eólica y geotérmica, sin que existan escollos legales o sociales que los frenen.


Tomado del diario ABC de España.

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