Corrían los últimos meses del año pasado y en la Casa 
Rosada se ilusionaban con festejar el Día del Minero con un acto que 
quedaría para el recuerdo: aquel 4 de noviembre se encendería en Santa 
Cruz la Central Térmica Río Turbio, una moderna usina que funciona a 
carbón. Pero el acto se suspendió y se pasó para este 1° de mayo, Día 
del Trabajador. Ayer, tampoco se hizo.
No era conveniente que la 
central en la que se invirtieron algo más de US$ 700 millones, y que 
sólo fue concebida para asegurar la subsistencia de la mina del mismo 
nombre, no tuviera su insumo básico: el carbón.
Aunque el 
Ministerio de Planificación lo negó en varias ocasiones, Yacimientos 
Carboníferos Río Turbio (YCRT), una empresa intervenida por el Estado, 
no está en condiciones de abastecer el carbón que necesita la usina. Por
 eso, en un gesto casi desesperado, le pidió a la Casa Rosada que le 
permita también funcionar a gas, según muestra un documento obtenido por
 LA NACION. Hasta ahora, el Gobierno nunca había confirmado ese cambio.
Lejos
 de los reconocimientos públicos, Planificación ya puso en marcha el 
plan para adaptar a gas la central. La nota 43.779 de YCRT, con fecha 
del 22 de enero pasado, lo explica en un título cuya referencia es 
paradójica: "Abastecimiento de gas natural a la obra «construcción, bajo
 la modalidad llave en mano, de una (1) central termoeléctrica a 
carbón»". La carta fue impresa para ser enviada un día después y llegó a
 la mesa de entradas de la Secretaría de Energía el 26 de enero. La 
firma Miguel Ángel Larregina, coordinador de YCRT, y está dirigida a 
varios funcionarios.
Entre ellos, al presidente de Servicios 
Públicos S.E. de la provincia de Santa Cruz, con copias a la secretaria 
de Energía, Mariana Matranga, al interventor en el Enargas (el ente que 
regula el sector gasífero), Antonio Pronsato, y a Segundo Santana, 
presidente de Distrigas.
En dos carillas y media, el funcionario 
da explicaciones precisas sobre la necesidad de que la usina a carbón 
funcione también a gas, un combustible distinto del que fue tenido en 
cuenta para diseñar y construir el proyecto. "Le solicito tenga a bien 
considerar el proyecto de abastecimiento de gas natural por un caudal 
horario total de 64.764 m3/hora [metros cúbicos por hora], a la obra 
mencionada ut-supra, lo cual nos otorga la posibilidad de operar con 
combustible dual las máquinas de la Central Termoeléctrica Río Turbio", 
explica Larregina. Del número solicitado por el funcionario, se 
desprende que YCRT no sólo busca un suministro ocasional de gas, sino 
permanente. Si se cumpliera su pedido, en un día la usina consumiría 1,5
 millones de metros cúbicos de gas, una cifra importante.
LA NACIÓN intentó comunicarse con YCRT y con Planificación, pero en ningún caso obtuvo respuesta.
A
 medida que la central se completaba, crecían los rumores en torno a la 
obra y el proyecto sobre la posibilidad de que no se pueda abastecer.
Pese
 a la fuerte inversión en maquinaria y a la logística, la empresa 
produce alrededor de 100.000 toneladas de carbón por año, pero esa 
cantidad la necesita por mes para que las calderas produzcan al 100% de 
su capacidad instalada.
Decisión avanzada
El 
año pasado ya empezaron los movimientos para la adaptación de las 
instalaciones. A mediados de 2014, una delegación del Ministerio de 
Planificación viajó a Estados Unidos. Fueron a las oficinas de Foster 
Wheeler Global Power Group, la firma a la que se le compraron las 
calderas. La pregunta fue simple: ¿puede funcionar a gas? La respuesta, 
también: sí, pero hay que adaptarla. De regreso a Buenos Aires, el 
expediente siguió su curso. Se encargó la ingeniería del proyecto de 
conversión y luego se giró al Ministerio de Economía para que se 
autorice el giro de dólares al exterior. Allí la cuestión se trabó. La 
interna entre los ministros de Planificación, Julio De Vido, y el de 
Economía, Axel Kicillof, se posó en medio de las urgencias. El titular 
del Palacio de Hacienda pidió explicaciones para saber para qué se 
reclamaban los fondos. Inmediatamente después, pidió cotización al 
fabricante de las calderas para saber si era posible y, en su caso, el 
costo. Kicillof recibirá el presupuesto por estos días.
Cerca de 
De Vido, resignados por la pérdida de poder del ministro, decidieron 
esperar. Sucede que las piezas industriales que se deberían fabricar aún
 no ingresaron en la línea de producción de Foster Wheeler, algo que 
sólo ocurrirá cuando se confirme el pedido. Desde ese momento, el tiempo
 de producción es de alrededor de ocho meses. Luego vendrá el montaje de
 las piezas que durará, según los técnicos, otros cuatro meses más. Ya 
no habrá usina que produzca al 100% durante la gestión de De Vido. Una 
cinta menos que cortar.
Los problemas de la central para generar a
 carbón son una mala noticia en términos económicos. El proyecto fue 
presentado como una alternativa para reducir la importación de energía, 
dado que el mineral se produciría en el país. Pero nada de eso sucederá:
 cuando se enciendan los quemadores a gas, se usará el combustible 
importado de Bolivia o por los barcos que llegan a Escobar y Bahía 
Blanca.
La usina siempre contempló el uso de gas para el 
encendido, pero no para un funcionamiento más prolongado. Según los 
manuales de uso de la obra, las calderas deben llegar a 30% de su 
capacidad a gas o gasoil. Recién entonces, se puede quemar carbón. 
Justamente para ese fin se construyó una enorme cisterna para almacenar 
gasoil para esos momentos. Claro que para un suministro continuo, el 
abastecimiento mediante camiones llenos de combustibles planteaba un 
problema complejo. ¿Cómo ingresarán en invierno con las rutas 
congeladas? Sin respuesta para el interrogante, se optó por el gas.
Por
 eso es que la nota de Larregina reclama el suministro de gas como una 
condición necesaria para su funcionamiento: "Para garantizar la 
funcionabilidad del sistema, resulta necesario que la máquina en 
cuestión tenga altos índices de productividad, y para ello es menester 
la adquisición y provisión de un combustible alternativo", sostuvo.
Casi
 desde los orígenes de la iniciativa, algunas voces críticas rechazaron 
el proyecto por las condiciones del carbón de Río Turbio. Entre otras 
cosas, decían que su poder calórico y la capacidad de producción de la 
mina no respondían a las necesidades de una central de esas 
características. De Vido, en uno de sus habituales comunicados de 
"desmentida" con el que responde al periodismo, se esmeró para dar por 
tierra esos argumentos. "Vuelven a demostrar su espíritu 
porteñocéntrico, ya que cuestionan que se invierta en infraestructura 
para desarrollar las zonas más alejadas y postergadas", reprochó para 
desmentir una nota que publicó LA NACIÓN en enero de 2013. Un par de 
años después, fue su propio funcionario quien hizo un diagnóstico más 
duro que cualquier otro crítico: "El carbón tiene varios procesos desde 
que se extrae hasta que llega a la caldera los mismos resultan difíciles
 de amalgamar, ya que el mineral mencionado varía en cuanto a su 
composición, su valor calórico y su granulometría [el tamaño de las 
partículas] y la variación de cualquiera de estos componentes modifica 
en definitiva la posterior combustión de la caldera, y que de acuerdo 
con la magnitud de esta perturbación, ésta puede ocasionar el fuera de 
servicio de la unidad -dice el texto-. Es aquí donde resulta esencial la
 provisión de gas de referencia y toma mayor relevancia la solicitud en 
trato, ya que, a través de la misma, se estaría garantizando una 
alternativa al carbón". Al final de la nota, el funcionario vuelve a 
insistir en que el uso del gas haría a la central "más confiable y 
segura en su operación".
La central de Río Turbio tiene en sus 
orígenes una fatalidad. En 2004, cuando Néstor Kirchner era presidente, 
14 mineros murieron por un incendio en una de las galerías. El ex 
presidente contuvo las críticas con la promesa de la usina y con una 
montaña de billetes. Tan sólo el año pasado recibió 1550 millones de 
pesos para gastos corrientes y 644,5 millones para inversiones. La mayor
 parte se destinó al pago de personal: 1512 millones, más del doble de 
lo que se usó para inversiones.
Tomado del diario La Nación de Argentina. 
 
 

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