Por un lado, toneladas de residuos industriales que contaminan o inviten
a merodear a roedores y moscas. Por el otro, miles de habitantes de las
zonas rurales del sur mendocino sin acceso al gas natural en inviernos
gélidos. En el medio, un elemento que tiene la capacidad de remediar
ambos problemas: la biomasa.
Por eso, investigadores de la Facultad Regional San Rafael de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) realizaron un proyecto en el que, primero, caracterizaron los desechos agroindustriales y forestales de la región. Luego, los transformaron en pequeñas piezas combustibles llamadas briquetas, y observaron, por ejemplo, que el poder calorífico de los carozos de aceituna supera al de la leña en muchos casos. Los árboles, agradecidos.
Pero las ventajas de esta fuente de energía son varias más. Es inagotable, porque proviene de residuos; y también es ecológica, ya que permite reemplazar el uso de combustibles fósiles, como el petróleo y el carbón, que incrementan el efecto invernadero. Además, proporciona un tratamiento adecuado para los desechos y resulta ideal para los habitantes de zonas rurales que no pueden acceder al gas natural.
“La idea surgió cuando observamos que en Europa utilizan briquetas como forma de calefacción alternativa. La diferencia es que ellos necesitan plantar ciertos cultivos que contengan mucha fibra para poder hacer las briquetas. En cambio, nosotros ya contamos con abundante materia prima para hacerlas”, señala a la Agencia CTyS el ingeniero industrial Ángel Quiles, integrante del equipo de investigación de la UTN Facultad Regional San Rafael.
Una región energética
La biomasa incluye a toda materia orgánica de origen animal y vegetal susceptible de ser aprovechada energéticamente. Hay dos maneras de producir energía a partir de la biomasa: quemándola para producir calor o, como en este caso, transformándola en combustible para su mejor transporte y almacenamiento.
Por eso, investigadores de la Facultad Regional San Rafael de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) realizaron un proyecto en el que, primero, caracterizaron los desechos agroindustriales y forestales de la región. Luego, los transformaron en pequeñas piezas combustibles llamadas briquetas, y observaron, por ejemplo, que el poder calorífico de los carozos de aceituna supera al de la leña en muchos casos. Los árboles, agradecidos.
Pero las ventajas de esta fuente de energía son varias más. Es inagotable, porque proviene de residuos; y también es ecológica, ya que permite reemplazar el uso de combustibles fósiles, como el petróleo y el carbón, que incrementan el efecto invernadero. Además, proporciona un tratamiento adecuado para los desechos y resulta ideal para los habitantes de zonas rurales que no pueden acceder al gas natural.
“La idea surgió cuando observamos que en Europa utilizan briquetas como forma de calefacción alternativa. La diferencia es que ellos necesitan plantar ciertos cultivos que contengan mucha fibra para poder hacer las briquetas. En cambio, nosotros ya contamos con abundante materia prima para hacerlas”, señala a la Agencia CTyS el ingeniero industrial Ángel Quiles, integrante del equipo de investigación de la UTN Facultad Regional San Rafael.
Una región energética
La biomasa incluye a toda materia orgánica de origen animal y vegetal susceptible de ser aprovechada energéticamente. Hay dos maneras de producir energía a partir de la biomasa: quemándola para producir calor o, como en este caso, transformándola en combustible para su mejor transporte y almacenamiento.
Para el proyecto, los investigadores utilizaron residuos agroindustriales, como carozos de aceituna y de frutas, y agroforestales, como ramas y hojas provenientes de la poda urbana. “Hicimos un relevamiento de las industrias de la región, averiguando la cantidad de carozos y qué hacen con ellos actualmente. En general, lo utilizan como abono, para rellenar callejones o se los dan a la gente para que se los lleven para calefaccionar. A las industrias no les conviene tenerlos porque atraen roedores y todo tipo de insectos”, explica Quiles.
Así, el equipo comprobó la abundancia de la “energía” latente en los residuos sanrafaelinos. Los carozos de ciruela, por ejemplo, rondan las 13 mil toneladas por año. En tanto, los carozos de durazno llegan a 6 mil toneladas aproximadamente, y los de aceituna, a 600.
De carozos a briquetas
Luego de la recolección y clasificación de la materia prima, se realizaron los ensayos para transformarla en briquetas a través de un proceso de compresión. Se trata de pequeños bloques sólidos de forma cilíndrica que caben en la palma de una mano y arden con facilidad. “Al hacer las pruebas, nos dimos cuenta de que no todos los carozos sirven, porque algunos contienen pepitas, un subproducto que, a su vez, contiene aceite y evita la compactación”, indica el ingeniero.
Así, después de la clasificación, el siguiente paso es el secado natural, que suele realizarse a temperatura ambiente. Incluso, como el clima de San Rafael es cálido y seco, puede llevarse a cabo a cielo abierto. Esta técnica es sencilla pero fundamental ya que, para lograr una compactación óptima, la humedad no debe superar el 13%.
Una vez secada, la biomasa es triturada mediante un proceso de molienda. Por último, es compactada por una máquina de tracción y compresión. “No es necesario utilizar ningún tipo de aglutinante. Aunque según las características de la materia prima, especialmente según la humedad que contenga, se puede usar almidón o glucosa en bajos porcentajes para mejorar la compactación”, aclara Quiles.
Gracias a los ensayos, los investigadores observaron que los carozos de aceituna son los residuos que tienen mayor poder calorífico, esto es, 4.844 calorías por kilo, mientras que el de la leña, oscila entre las dos mil y cinco mil calorías, dependiendo del tipo de leña y de la humedad que contenga. Por esto, hicieron un convenio con la industria olivícola para que les provean los insumos.
“El proceso para armar las briquetas no es para nada complejo. Quizás, lo más complicado y costoso es la parte de la logística, porque las industrias están muy distribuidas”, agrega el ingeniero.
Aparte de Quiles, el equipo de investigación de la UTN San Rafael se completa con los ingenieros Edgardo Boschín, Juan Jesús Miguel Cerioni y Jorge Ciperiani; Agustín García Juri, Mauro Camera y Juan Marcos Santisteban. Actualmente, para continuar con el proyecto, la idea es hacer no sólo las briquetas, sino también estufas que se adecuen a éstas, para aprovechar su energía de la mejor manera posible.
Tomado del sitio web Red Vitec de Argentina y escrito por la Agencia CTyS.
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